ANTONIO BERNI

EL MUNDO DE RAMONA MONTIEL
Julio 2007

Retratos intimistas de fuerte densidad psicológica
Las obras de Antonio Berni que se ponen a consideración del público en el MAC son grabados de mediano formato realizadas con una técnica de invención del artista, denominada xilocollage. La originalidad técnica de reunir la xilografía y el collage hacen de las obras y objetos de Antonio Berni un acto provocativo y de inédito impacto, logrando el desborde de la bidimensión del plano, las obras lo trascienden dando relieves, devenidos algunos en artefactos visuales tridimensionales, de alto grado de potencia visual.

En estos grabados el espesor del relieve se presenta cada vez más audaz y protagónico, utilizando capas superpuestas de papeles que, trabajados en húmedo y entintados en zonas puntuales, sirven para exaltar a veces figuras, otras fondo, en el propio proceso de impresión.

Este corpus puntual de obras se refiere a la vida de Ramona Montiel, personaje que Berni retrató innumerables veces y que mostró en diferentes etapas de la vida, de manera que podremos ver a Ramona pequeña en “La comunión de Ramona”, luego la veremos en “El baño”, en “El beso”, “Ramona en el circo”, “Ramona en el diván”, hasta el “Retrato de Ramona vieja”. Así, el artista la “expone” en todos sus escenarios de vida, en momentos simples, en ambientes seguros y también en zonas de riesgo, con todas sus miserias a cuestas, cuando Ramona ejerce la prostitución para sobrevivir. En una íntima concentración de su vida entera, el personaje de Ramona se anuncia con una fuerte densidad psicológica y deja ver a un Berni en una concepción humanista de raíces existenciales, destacando su actitud militante sobre la reivindicación del oprimido. Sus propuestas son estético-ideológicas, basadas siempre en una valuación de la realidad desde la crítica social.

Situémonos en la época en que Berni comenzaba a realizar estas obras… El artista trabaja en la Argentina de finales de la década del 50, lo hace producto de una sincera y dolida reflexión, sobre la angustiante situación que vivían muchos argentinos, paralelamente a la prosperidad reinante, no era para él momento de naturalezas muertas, demostró que sus modelos eran reales, no fantasiosos ni extrapolados de algún centro del mundo que marcaba pautas rígidas a los creadores. Antonio Berni alternó entre obras de denuncia social y retratos intimistas. Seguro de sus propias imágenes avanzó con indudable puntería sobre la marginalidad social, uniendo rigor analítico e impactante belleza plástica. Estaba urgido por la simpatía y solidaridad que esos seres, nada imaginarios, le provocaban. Berni logra emocionar, con ellos y desde ellos, sin caer en golpes bajos.

En una época donde sorprende que una legión de colegas insiste cómodamente en variantes simplistas de una pintura sin compromisos, Antonio Berni construye sus obras desde un nuevo héroe, desde un nuevo drama, precisamente la realidad. Este nuevo realismo trata de representar la autenticidad, otra relación con el mundo, la naturaleza de la gente, otro estilo de vida en la forma y en la composición y dando un nuevo contenido a esa cosmovisión.

Ya en los 60, Antonio Berni viabilizó su impotencia ante las desigualdades, con mecanismos compatibles con su oficio, decidió hurgar, avanzó sobre el grabado, medio multiplicable, que descree, con razones o no, de la obra única. Un artista de su nivel no podía conformarse con lo conocido, desarrolló sistemas de impresión que permitieron hallazgos formidables y amenazaron con destrozar los papeles en sus arriesgados intentos por moldearlos a su antojo, pero siguió: los grabados de Juanito Laguna y Ramona Montiel, se hicieron justamente famosos cuando el jurado de la Bienal de Venecia le otorgó en 1962 el Gran Premio.

La exaltación del niño villero, del marginal inocente enfrentando la gran ciudad y de la mujer que podía ser cualquier cosa, menos intelectual, cautivaron a los europeos, que no distinguieron si era un fabulador de mitos lugareños o un artista de compromiso con su tiempo. Esas obras sorprendieron por los aportes que el rosarino incorporaba al medio. Al trabajar materiales inusuales en sus “xilocollages” advertía que su obra daría la bienvenida a todo tipo de material inservible. No adhería al “arte-povera”, sino que fortalecía la difusión de la obra de arte y la hacía comprensible entre aquellos que retrataba.

Esa reunión de elementos, al ser dispuestos como lo hacía Berni, se unían para insistir que en la vida no todo es comodidad, en el arte no todo es belleza y en la inteligencia no deben aceptarse dogmas.

De este modo, Antonio Berni ofrece al espectador una visión generosa, una concepción amplia provista de atributos plásticos relevantes, contundentes, dejando ver a la vez un dominio absoluto de los recursos visuales utilizados.

Hay en estas obras una inmensa carga expresiva, estructuradas en una compleja trama de tensiones hábilmente dispuestas, logrando en la composición, equilibrio, ritmo visual y síntesis entre técnica e imagen.

Estamos frente a un verdadero maestro del Siglo XX, que trabajó en estas obras con un Barroquismo figurativo dinámico y un Neorrealismo corrosivo, con el que modificó la mirada sobre el arte, desde su multiespacialidad manifiesta y desde los personajes que, como Ramona con su trágica grandeza, aportan una crónica inquietante de resonancias psicológicas e implicancias sociales.

Antonio Berni nos dejó un legado invaluable, no en vano se le ha asignado, y con justicia, el rol fundacional del arte contemporáneo argentino.

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