GRUPO MOVIDERO

GRUPO MOVIDERO | POÉTICA COMÚN
Irene Berzero - Juan Ellena - Ana García - Rocío Granero
Abril 2012

Espacio colectivo

Gestualidad, simpleza y autonomía, son las características a prima facie que exhiben los integrantes del Grupo Movidero en sus obras, se observa un énfasis en el espacio constructivo del encuentro para la producción en grupo, se destaca el acento puesto en la pertenencia como colectivo artístico. Hay en ellos un discurso legitimador que es la coherencia sistemática de usar estructuras mínimas, casi excluyentes de cualquier posible sentido más allá de sí mismas.
Mirar el final del relato visual de cada obra  (que posee estructuras y construcciones objetivas), muestra un conjunto de propiedades que las convierte en un sorprendente corpus de ideas y conceptos previos, analizados hasta el hartazgo para ser lo que son como resultados.
La fusión de proyectos comunes, a la vez que individuales, caracteriza a este grupo, motiva sus realizaciones y es su causa común, esto los determina e identifica.
En todos los casos también aparece el bienestar perceptivo de los modelos narrativos visuales, que pretenden cumplir un papel activo en la producción. La conciencia artística de sus integrantes alude permanentemente a sus responsabilidades estéticas, afectando también a quienes participen de sus prédicas, de sus instrucciones y hasta de sus predicciones respecto de lo que muestran y de lo que acontecerá con sus obras. Entre arte conceptual y relacional se van desarrollando procesos y resultados.
Decir que en su progresivo desarrollo el grupo aporta novedades en el escenario actual no es poco, a medida que definen su quehacer artístico, se desplazan a un nivel que lo redefine, ya sea por sus representaciones, o por sus conceptos sobre las mismas, hay determinaciones filosóficas intrínsecas de la propia naturaleza de la visualidad del arte, y por consiguiente un adentrarse, un atravesar nuevos fundamentos para continuar y avanzar.
Con cimientos fuertes, seguramente el Grupo Movidero acomodará las fichas y ofrecerá resistencia consigo mismo, el rumbo lo marcará el autoconocimiento, la toma de conciencia autorreferencial sobre quienes son, cuales son sus nuevas estrategias y las acciones en consecuencia, evidenciando una identificación con lo actual como legado, con un nuevo plano de acción desde su propia esencia.
Cada integrante tiene aportes personales que hacen al conjunto constructivo.

Juan Ellena y sus figuras de animales sintetizadas por el negro absoluto, retrotraen a las antiguas imágenes de libros de biología, donde la retina invertía la realidad, transmitía la información desde el ojo al cerebro, reflejándola tal cual es. En una especie de exhibición óptica traza el recorrido de unión entre los componentes, enfocando un orden alineado con los centros neurológicos para la lectura de los signos, en una síntesis preparada para tal fin. La designación unificadora de izquierda a derecha, diagonales o de arriba hacia abajo las sostiene en el espacio en un orden propio que atraviesa el campo visual. Esta casi planimetría de objetos y punteados, de encuentros y vínculos, produce vibraciones implícitas de contraste simultáneo y nuevas leyes desde la interacción de cada unidad pictórica-dibujística.
Ellena confronta a través de imágenes esenciales, en núcleos de acción, en recorridos de aconteceres, en reuniones de seres, despojando de todo ornamento  a sus figuras, subraya la memoria de un tiempo ocurrido en sus imágenes.  Simples trazas del acontecer sin estorbo alguno, solo la única sentencia del estar en el universo, producir los enlaces, ser parte de historias comunes y dejar el rastro de cada encuentro.
Por otro lado presenta como corolario de su obra el vinculo con la naturaleza, la directa actividad orgánica dentro del continuum visual que se observa en un video, donde el despliegue de la simplicidad y la directa percepción del espectador,  dejan en claro que se invoca a la naturaleza con su universo de belleza y perfección para presentar el hábitat ideal sin la intervención humana proyectando su dominio absoluto.

Las obras de Rocío Granero son esas marcas, esos gestos en acción, ese mostrar el momento de realizarlas con el humano incorporado en la pura acción gestual, la artista es parte de la escena en un doble juego como sujeto y objeto de su propia obra, como referencia activa, como efecto y contenido de la obra.
Las imágenes refieren a la primitiva instancia del dibujo, cuando todavía no estaba reglado, cuando no había condicionamiento alguno que determinara modos de manejar la línea, Granero se instala allí, se ocupa de ello y es la protagonista. Crea campos prerrepresentacionales de fuerza metafórica, de enlace con las leyes universales primarias, ocurridas en los inicios de todos los tiempos, el hombre en estado original, sin latencias colaterales, ni síntomas de leyes ni reglas para expresarse. Tanto es así que la mayoría de sus huellas las deja plasmadas con su mano izquierda, actos casi reflejos de cada individuo, haciendo referencia  a si mismo y a su gestualidad, logrando coincidencias anticipadas que inquietan en lo profundo. Levedad en la simpleza, fuerza en la autonomía conceptual y agudeza de sentido en el espacio constructivo del gesto. El registro como un lenguaje de apropiación con reglas asociativas, actos que refieren y llevan a la artista a recuperar la memoria ancestral de analogías genuinas y substanciales de nuestra percepción visual.
Huellas dejadas una a una, sin otro motivo que la repetición continua y el anclaje en la primitiva escena del inicio de la estadía del hombre en nuestro planeta.

Irene Berzero arremete con el color en todas sus intensidades, construye sus obras con un sentido unificador, “no tienen que significar, tienen que ser”, por eso usa los colores como protagonistas absolutos, solo trata con ellos, y los valida una y otra vez, por sí mismos son el elemento y además son el motivo y el tema. Forma y contenido se diseminan, reduciendo su fuerza en pos del elemento color que es quien prima y determina su obra.
Resulta evidente que no hay funcionalidad ni sentido de ornamentación  en la utilización de todas las combinaciones posibles del color. La eliminación de cualquier ente superfluo que remita a lo representacional, hace de las obras de Irene Berzero experiencias visuales únicas, revelaciones de su accionar con veredicto individual: estimular la visualidad humana desde la transmisión vibratoria que provoca el color, este es un modo de crear leyes propias en el universo visual.
Los libros que presenta condensan el desarrollo individual de su trabajo combinado con los aportes de participantes invitados a la labor. La espontánea respuesta de los mismos encuentra en Berzero una devolución activa de gran interés para la artista. Escuchar otras voces, acusar recibo de otros saberes sobre el tema en cuestión es lo que motiva el video con entrevistas donde aparecen las más variadas respuestas sobre lo que es el color para cada uno. De alguna manera genera el espacio para que los entrevistados hagan su propio tratado sobre el tema. Libera acciones a través del juego, convoca y produce un diálogo que no depende de formación alguna.

Las máquinas de dibujar de Ana García son una manera de construir en términos de la acción propia primero y la del otro después. Esta cadena de acontecimientos que favorece a los intereses de la artista que proyectó desde el concepto, desde el discurso visual su obra y luego transplantó sus ideas en objetos concretos y a estos en eventos predecibles, guiando acciones simples que tendrán su consecuencia visual. Una idea fuerza, un instructivo, un conjunto de prácticas sobre los objetos, dan como resultado un sinfín de producciones sobre la hoja en blanco.
García no deja que los otros gestualicen sin control, pone datos y hace referencias que se imponen primero visualmente (al encontrarse con las cajas-máquinas de factura impecable), atraídos por los objetos lúdico-visuales. Luego vendrá la acción pautada y la complicidad de los participantes, la actividad reglada: insertar herramienta, regular, hacer presión, deslizar, extraer, conservar. Esto dará  resultados variados y originales como cada uno de los manipulantes.
Otra vez el gesto, la huella dejada allí, la imagen posible que solo se verá luego de concluida la acción. Producir juntos artista – espectador, activa una poética vinculante que permite dinamizar lecturas diversas desde un denominador común.

 Grupo Movidero en el MAC.







Montaje
 

 







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