FERNANDA AQUERE

FORTALEZAS VACÍAS| FERNANDA AQUERE
Diciembre 2013
Las “fortalezas vacías” de Fernanda Aquere son entramados construidos con malla industrial intervenida que ofician de lugares ocupantes en sí mismos, una tangible presencia que se determina desde la centralidad de la obra en el espacio de cada sala.

Las estructuras se imponen visualmente desde que uno se topa con ellas, allí debemos enfocar el área delimitada por las mismas  y abarcarlas en sus efectos ópticos, corregir los enfoques de las señales que disputarán nuestra atención, seremos estimulados de tal manera que no sabremos donde mirar primero. Producidas las inquietudes, nuestra mirada podrá reposar en el orden de desplazamiento propuesto por la artista.

Aparecen cosas del orden simbólico en el laberinto, a simple vista y profundizando aún más, son activadores de vínculos visuales directos e indirectos que se disparan por el movimiento visual continuo de recorrido y desplazamiento permanente, a lo largo del entramado en espiral trazado por Aquere.

En esa inspección de formas inquietantes con una lógica preestablecida, se constituyen los rasgos determinantes de la obra. Reconocerlas, llegar al punto clave del máximo de información visual que nos brindan, será posible en tanto y en cuanto dejemos actuar a los símbolos activantes de sensaciones, que contienen las obras.

En este punto la acción siguiente es habitarlas, recorrer su interior y expresar sus vacíos, construir sus ausencias físicas y recrear las carencias de límites del abierto tejido.
El estar dentro en estas jaulas blandas, caladas y transparentes, será un encierro producido sin ninguna situación forzosa.

Aquere nos propone entrar allí y sentir el síndrome por autoencierro, con esas fortalezas vacías ella materializa la patología urbana conocida como una fobia social aguda de nombre HIKIKOMORI que tantos jóvenes sufren en el mundo. Un mal de nuestros tiempos que vino para quedarse y que invade con crecimiento exponencial la mente de quienes la padecen.

Recluirse, apartarse del mundo exterior, evitar la presión social, evadir la realidad como detonante para el aislamiento, son las maneras que ha encontrado el ser humano contemporáneo. Creando otros dominios, generando otra realidad, perdiendo los referentes sociales, paralizando el tiempo, en un transcurrir que suele convertirse en aterrador.
Articular lo que buscamos con lo que evitamos de los elementos de nuestro entorno hará a nuestra supervivencia; en las obras de Aquere tendremos que pasar los atractivos, ingresar en los laberintos, evitar quedar encerrados, salir del peligro y volver a explorar nuestro propio entorno escrutando todo, desde la reciente experiencia propuesta por la artista.

Las redes de Aquere abruman por su magnitud, y nos ponen en estado de alerta, nos crean marcos de referencia y se instalan en nuestro consciente, creando refugios, lugares inéditos y presencias visuales de alto impacto.
Aquere concibe sus obras desde un sistema de valores que abarcan desde la génesis de su relato, hasta la aparición de los objetos que nos presenta, creadora de engranajes únicos para articular sus obras, genera una relación estrecha entre lo que dice y hace. Piensa, explora y elabora sus producciones visuales de tal modo que se vislumbran como intensas experiencias de vida.

FORTALEZAS VACÍAS

 
Montaje en las salas del MAC 
 
 
 
 
 

 


 




 

 
 



 

 

 


 
 
Salas del MAC
 

 
 
 







 
 
 



  

ANA FABRY

octubre de 2013

La casita feliz
La casita oficia aquí como elemento central, como símbolo autónomo y como tema recurrente en la obra de los últimos años de Ana Fabry y que se presenta en la muestra del MAC.
Reconocer un significado universal a la casa como hábitat, como lugar, supone revelar su importancia como sostén interno, como punto de unidad donde habitar y contener la propia identidad. A la hora de volver debe haber una morada contenedora donde cobijarse, protegerse  y resguardarse.

La casa se cimenta en la solución de las urgencias y de las necesidades, donde uno puede ocultarse de ser visto y es el recinto sagrado donde se permite la entrada o no a otros.

Ana Fabry lo sabe bien y entra en combate permanente con el deber ser del hábitat humano, y sus necesidades no resueltas. La casita feliz tiene que ver con las viviendas sociales, esas pequeñas casas de planes realizadas con un molde predeterminado, construidas regularmente y que no responden ni cerca al ideal de hogar añorado y menos aún a la conformación de tranquilidad que supone una casa. Estas casitas son de una arquitectura precaria, de una estructura obsoleta que irremediablemente traerán más problemas que soluciones a quien las habite.

Sustentadas y ensambladas  con poca firmeza nunca se instalan como verdaderos recintos de sostén para sus moradores. Las casitas son en definitiva una carga mas, una delimitación negativa con contingencias posibles e inabarcables así como totalmente inconvenientes para la convivencia.

Hay un ánimo manifiesto en cada objeto, pintura o instalación, que surge de las diferencias esenciales de la configuración de estas casas, sus dimensiones, y su anclaje efímero al terreno de base.

Hay además gravitaciones en la protección que seguramente no se logrará en ellas. Los avatares climáticos, el paso del tiempo dejarán ver los apresurados ajustes, los precarios materiales que contrarían la firmeza necesaria, y así a la vista  aparece la ruina inminente a la que fueron sometidas desde sus inicios, partiendo de un proyecto tan frágil como transitorio.

En cada sala hay un gran número de casitas representando, cada una dotada de una decoración particular y propia, todas tienen la misma conformación estructural y la misma disposición interior  ya que responden a un premoldeado, claro está que las variantes aparecen de acuerdo a lo que sucede adentro y afuera de ellas.

Por eso los rótulos puestos por la artista darán las pautas concretas de alegrías o infelicidades, de heridas pasadas y presentes, de discreción o encierro, de abulia rutinaria, de deseos cumplidos, de atiborrados elementos culinarios, de espejos donde reflejarse y de tantos otros estados de ánimo y situaciones de sus moradores.

Además están las escenografías y ambientaciones de casas, con todo su mobiliario en detalle donde pueden verse varias escenas cotidianas sucedidas. La ausencia de personajes las hace aún más contundentes, reflejando de inmediato hechos, deseos, situaciones y decisiones tomadas. Una sábana caída de la cama recientemente abandonada y los cajones vacíos de la cómoda, hablan a las claras de la huída de esa escena, de alguien que tomó sus cosas y se fue del lugar dejándolo vacío.

Cada escenografía cuenta una historia que habrá que descubrir, Fabry nos tiene acostumbrados a la apelación del humor en primera instancia y es allí cuando pasada la sorpresa se deshilvana  el acontecimiento interno que la convoca. Siempre subyace una enquistada violencia doméstica, aparece un aletargado drama familiar o se cuela un acorde patético para dar cuenta de sus propios estremecimientos, de sus desencantos y de vivencias tan fuertes que salen a la luz como veladas e inocultables realidades.

La torta de casamiento es un punto clave, hecha de rollos de papel higiénico, broches y platos de cartón dan cuenta de lo que será ese compromiso asumido, que cada día tendrá sus establecidas secuencias rutinarias y que cada elemento determinará la vida de quienes tomen la decisión de unirse en matrimonio. Contundente, Fabry administra con crudeza elementos e ideas, desacraliza conceptos y pone en el tapete lo que para ella es una institución tan arcaica como arbitraria e inestable.

Rastreadora por naturaleza, encontró pequeños muebles y enseres para ambientar sus casitas y como posproductora los utilizó mezclándolos con acabados trabajos propios, por un lado de costura en sábanas, manteles y toallas, y por otro de pintura en empapelados o frente de muros y allí esta su mano instalada hasta la médula en cada una de las singulares casitas de referencia.

La ejecución de cada elemento es impecable, su manera de producir visualmente no se inicia en lo que vemos sino que comienza en un cuaderno de ideas y bocetos donde se van determinando signos y se ubican las señales de lo que ocurrirá luego, donde se configura progresivamente  la naturaleza interna del pensamiento del artista y se constituye el fundamento de su esencia.
 
Curación












Montaje













 
Salas del MAC
 



 
 



 
 
 

 
 







 
 







 
Inauguración - Vernissage